Las despedidas suelen ser tristes, sobre todo las definitivas. Así es como me siento ahora mismo. Esa sensación de tristeza es la que se me ha quedado en el cuerpo en estos últimos días. Estaba leyendo documentos y recibiendo noticias aparecidas en torno a la Sierra de Espartero, y, lejos de padecer enfado, ira e indignación, un profundo sentimiento de desazón, vacío, y sobre todo, decepción, se instalaba en mi interior. Decepción porque siempre tuve la esperanza de que, al menos en este tema, los unos fueran diferentes a los otros. Lo sé, soy un ignorante que me dejo engañar con facilidad. Pero también mantenía esa ilusión de que las cosas se pudieran hacer de forma distinta, razonada, y atendiendo a lo que los ciudadanos demandan.
Nuestra Sierra de Esparteros se muere, o más bien, la matan. Es hora de despedidas, de fue hermoso mientras duró, y de recopilar historias para contar a generaciones futuras. Son muchos los recuerdos que los ciudadanos de nuestro pueblo tenemos en relación a nuestra Sierra de Esparteros: recuerdo cuando era niño el placer que producía subir hasta lo más alto, era como realizar un logro de adulto; aventura que nuestros hijos no podrán disfrutar.
Pero si fuera poco todo este despropósito, le añadimos la ambigüedad con la que tratan el tema nuestros dirigentes, no hay forma de que se mojen y sean valientes, que den una opinión en un sentido u otro, siempre toman la calle de en medio, la de la cobardía: que si la Junta no ha pedido determinado informe, que si el Ayuntamiento no tiene competencias sobre tal o cual asunto, y así un largo y vergonzoso etcétera. Claro, y al final pasa lo que pasa, lo de siempre, lo mismo que ha pasado con el crematorio: tienen que ser los propios ciudadanos los que pierdan tiempo y dinero para demostrar quién tiene razón, y que sean los jueces los que digan: señores lean los papeles que todo viene muy claro.
Comprendo que cada uno defienda sus intereses: la empresa por un lado, los ecologistas por otro, pero ¿Qué intereses mueven a nuestros dirigentes para inclinar la balanza hacia un lado? Al menos es la sensación que el ciudadano percibe, y eso, en los tiempos que corren, supone un flaco favor a esta maltrecha democracia y a los nuevos tiempos y regeneraciones que dice Pedro Sánchez ha puesto en marcha. Por tanto, quizá llevado por la desesperanza y por esas ambigüedades, cuando dicen que hacen lo que pueden en este asunto, yo no me lo creo.
Y mientras la Sierra de Espartero muere, no puedo evitar mirarla, y su enorme oquedad se instala en mis entrañas sabiendo que su agonía durará al menos treinta años. Ojalá me equivoque.
Sit tibi terra levis.
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