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6 de mayo de 2013

EL HOMBRE TRANQUILO


Es comprensible, con la que está cayendo, que en numerosas ocasiones proyectemos nuestra indignación, mosqueo generalizado y frustraciones con el primero que se nos cruce en el camino. Estas situaciones las conocemos muy bien el personal expuesto al público en general. Si además, le añadimos que la labor se realiza en un servicio público, entonces el tema tiende al aumento en forma de progresión geométrica.

No pretendo, ni me interesa, que la ciudadanía en general nos dirijamos a los lugares que nos prestan algún servicio de tal o cual manera. Cada uno debe tener los folículos pilosos suficientes en las zonas pudendas para saber el mínimo comportamiento exigible para con nuestros semejantes. Por otro lado, no podemos pedir donde no hay y en este país, por desgracia y por amplio interés de nuestros dirigentes, cada vez podemos pedir menos siendo la cola del mundo en temas educativos.

Como decía, la actual situación hace que determinados colectivos se encuentran especialmente en el ojo del huracán o en el "candelabro" que diría alguna. Un ejemplo es la policía, especialmente, cuando la casta política la utiliza para taparse sus propias vergüenzas. A veces, son enviados a darles mamporros a gente que manifiestan su disconformidad o defienden sus casas. Obviamente, después la casta prepara el habitual lavado de cara y les obsequia a sus jefes con una medallita o un ascenso. El problema de la mala imagen se lo dejan al poli de andar por casa.

Por todo ello, esta semana quiero contarles una historia ocurrida haces unos días. Una historia para darle una docena de medallas a su protagonista, al hombre tranquilo. Les pongo en situación. Paseo de la Alameda, miércoles de mercadillo -conocido en nuestro pueblo como el corte inglés-. Los puestos intentando cumplir su cometido, que si una oferta de tres manojos de cebollas con regalo de una cabeza de ajo, que si tres bragas color beis al precio de dos. En definitiva un día como otro cualquiera. Pues en esas estaba cuando observo a un policía municipal dándole unas explicaciones a un ciudadano perdido. Todo normal. A los pocos segundo, aparece un individuo y comienza a increpar al agente. El chorbo en cuestión, como buen españolito de a pie, no dudaba en  nombrar a medio árbol genealógico del agente en cuestión. Por medio, siguiendo los cánones de la educación española, salieron a relucir los muertos más frescos del policía municipal.

Todo este putiferio montado no pudo evitar que me vinieran a la cabeza esas imágenes de yankilandia, cuando por toserle a la autoridad alguno se ha llevado una manta de palos y de propina se pasa unos días en la jaula. Sin embargo, me quedé admirado con el agente, permanecía inmóvil, dando preferencia a las explicaciones hacia el ciudadano desorientado -este tenía los ojos prácticamente fuera de las órbitas-. Una vez terminadas, se giro hacia el escuálido ofensor invitándolo a marcharse y recibiendo como respuesta un empujón. El agente, lejos de alterarse, miro hacia abajo, negó con la cabeza antes de recibir el segundo empujón.  El agente se vio en la obligación de actuar. Aquel hombre tranquilo, sin ningún aspaviento -me jugaría los cuartos por apostar que su corazón no debía latir más allá de los sesenta latidos por minuto- y lejos de utilizar la porra, perdón la defensa, armó su brazo derecho y con la mano completamente abierta hizo que la guantada resonara por todo el paseo. Mientras, muy cerca alguien expresaba ¡eso pasa por gilipollas! No pude más que asentir y darle la razón.

Sit tibi terra levis.

8 comentarios:

  1. Creo entender que le parece bien el guantazo.
    ¡Era lo que faltaba! ¡Bravo!, Marquitos, lo borda.

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    1. Creo entender que le parece bien los empujones y que le mienten a su madre y a sus muertos más recientes.
      ¡Era lo que faltaba!¡Bravo!, Anonimito, lo borda.

      P.D: Vea lo fácil que resulta colocar una opinión subjetiva personal en boca de otro. En ningún momento he mostrado lo que usted pretende. Me resulta indiferente si la acción es justificada o deja de serlo. Son otros los que deben mirar eso. Lo que me llamó la atención es la tranquilidad de uno de los personajes.

      Saludos y gracias por participar

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  2. Si usted lo dice...

    P.D.: Dice usted subjetiva personal, ¿debo entender entonces que existen subjetiva impersonal u objetiva personal?

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  3. Lucky Luciano mataba con frialdad, indiferencia, tranquilidad...

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    1. Con la misma frialdad y tranquilidad con la que un neurocirujano se dedica a trepanar un cráneo para intentar salvarle la vida a su dueño.

      Saludos y gracias por participar.

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    2. En los últimos tiempos se nos ha dado por demonizar a todas las fuerzas coercitivas de este país, por el mal uso que dan de ellas jueces y políticos amparados en legislaciones arcaicas. Si este hombre tranquilo no hubiera estado vestido de uniforme, hubiera podido arrearle una bofetada al energúmeno que le increpaba y nadie discutiría su acción.

      Un saludo

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    3. Estimado Anónimo:
      Está claro. Si vas por la vida mentando a los muertos más recientes del personal sin venir a cuento, lo normal es que acabes con la cara tocada.
      Saludos y gracias por participar.

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