He sucumbido a las poderosas alas del consumismo y el marketing. He recurrido al título del archiconocido libro para provocar cierto interés. No espere el sufrido lector, que la columna de esta semana desate la estampida hormonal y de la libido. No obstante, si alguien al final de la lectura nota unos deseos incontrolables de dedicarse a la cópula o al fornicio en cualquiera de sus infinitas variantes, que no dude en plantearse su paso por el frenopático.
La mención a tantas sombras venía por todo lo que está aconteciendo en nuestro querido y amado imperio. Para unos pocos era una sospecha, para la mayoría es una evidencia: este país es una auténtica mierda. Si, con todas y cada unas de sus letras y acepciones. El pestoso ambiente de corrupción instalado, donde es la regla y no la excepción, hace que las personas nos identifiquemos cada vez menos con todo este estercolero. Supongo, que algún tonto del haba, vendrá ahora a decirme que si la presunción de inocencia, que no se puede demostrar, o tropecientas mil gilipolleces más. A esos especímenes, directamente les digo que pueden ir largándose al carajo. La casta política tradicional, generalmente del Pepesoe por aquello del bipartidismo, pueden sentirse orgullosos del chiringuito montado.
A pesar que los ánimos estén para echar espumarajos por la boca, prefiero dejar de lado las sombras e intentar buscar las luces. Debemos tener esperanza, de lo contrario la vida se hace infumable. Echar una mirada a nuestro pasado, a nuestra historia, puede ser un ejercicio desalentador. Aún así, sigo creyendo en una parte importante de la ciudadanía; son hombres y mujeres trabajadores, educados, formados, implicados con la sociedad y sobre todo honrados.
Me gustaría que una luz surgiera de nuestra sociedad. A lo mejor, toda esta basura sea el punto de inflexión para un cambio profundo. Un cambio que conlleve darle puerta a todos estos golfos; a los que estuvieron, están y estarán. Ni siquiera pediría para ellos la pena capital. No crean que me he vuelto un blandengue con esta gentuza. Más bien es un problema matemático. No creo que exista un número suficiente de farolas para guindar a tanto malnacido. Deseo un cambio que conlleve una sociedad en la que no se primara la mediocridad, tal y como se hace en la actualidad. Donde la casta política no fuera un lastre para la educación y la investigación. Un país en el que sus profesionales mejor cualificados no tuvieran que marcharse. En definitiva, un país que no dilapide su futuro.
Tranquilos, soy consciente que estoy pidiendo peras al olmo. Soy un iluso, pero es la única forma para evitar la zozobra que nos imponen. Es un desahogo, una escapatoria de la pocilga en la que nos han metido. Quizá, sea mejor dedicarnos a la lectura del Cincuenta Sombra. A fin de cuentas, seguiremos teniendo una bazofia de casta política y un país para quemar desde Finisterre hasta Trafalgar, pero ganaremos un territorio lleno de orgasmos físicos y mentales. En definitiva, mejor rendirnos a los placeres de la carne, de lo contrario, corremos el riesgo de ponernos manos a la obra y corretear a los políticos tradicionales por las calles de cada pueblo o ciudad de estas tierras.
Sit tibi terra levis.
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