Esta semana tenía previsto darle a la tecla para mostrar distintas situaciones relacionadas con los Reyes Magos. Ya saben, toda la parafernalia que montamos para que nuestros tiernos infantes disfruten de un día inolvidable. Tenía recogidas media docena de hechos relacionados con juguetes, niños, padres y magia. Sin embargo, cuando ya estaba prácticamente terminado y listo para enviar a este ilustre periódico, ocurrió algo que me ha hecho cambiar de opinión. Tomé el ratón, seleccioné todo el texto, y pulsé eliminar. Kaput, se acabó, aquí paz y después gloria.
No se trataba de uno más de mis caprichos. Ni siquiera un problema estético. Lo que ocurre es, que a veces, un puñado de letras expresadas con el corazón hacen que un escalofrío te recorra la espalda y te sacuda hasta la última de las neuronas. Como decía, pensaba en Reyes Magos, cuando un comentario en mi blog me hizo desechar la citada columna. La anónima escritora -creo que es una mujer-, me mostró cómo la pobreza se instalaba en su vida y en la de su hija de cinco años.
Al terminar de leer el citado comentario, me quede algunos minutos quieto, pensativo, mirando hacia la nada. Pensé en algunas palabras para responderle. Dudé, no quería que cualquier palabra o una mísera coma pudiera ser malinterpretada por aquella mujer. Opté por una respuesta comedida.
Durante estos días, esa anónima mujer ha estado en mis pensamientos. Ella y su hija de cinco años. Al principio, las conmovedoras palabras provocaban en mis pensamientos un hondo sentimiento de caridad. Se instauró el lógico sentimiento de solidaridad ante el sufrimiento ajeno. Sin embargo, pasado algún día, ese sentimiento ha girado hacia la rabia. Soy consciente que ahora algún meapilas, enchufado o político tradicional tendrá cuartel para tacharme de mala persona y mandarme directamente al infierno. Simplemente me da igual.
El sentimiento de rabia es una respuesta natural al mirar el horizonte. Ayudar a nuestros semejantes es lícito, faltaría más. Pero esa caridad bien entendida no debe tapar la realidad de muchas personas que habitamos este país o lo que sea. No podemos ni debemos aceptar la situación como un cúmulo de circunstancias y mala suerte. Los estados están obligados a alimentar, dar techo y proporcionar trabajo a sus ciudadanos. Díganme, acaso debemos sentirnos orgullosos de un país que ni siquiera es capaz de alimentar a sus ciudadanos.
Un ejemplo sobre la bazofia que nos dirige. Las tripas se me retuercen cada vez que escucho algún político tradicional defendiendo determinados privilegios de la multinacional de la fe escudándose en la labor social que ejerce -soy conocedor de algunas bien hechas-. Hay que tener la cara como el cemento armado. Esos servicios debería de prestarlo el estado. Deberían de tener un mínimo de decencia y destinar una parte de la viruta al rescate de las personas. Pero no, la realidad es que esas personas dependen de la caridad de sus semejantes. Triste pero real.
Por tanto, mi querida anónima, espero que la pesadilla acabe pronto. Pero deseo que sea por el derecho que te pertenece, que nos pertenece. La caridad no es una solución definitiva, simplemente un parche a situaciones extremas.
Sit tibi terra levis.
Estimado Marcos. Estoy totalmente de acuerdo. Tanto, que hemos coincidido en el pensamiento, usted en su columna de opinión y yo con una carta al Director en el diariodemoron.Ha sido total casualidad el tema que hemos tratado.
ResponderEliminarSaludos.
Estimado Francisco:
EliminarCierto. Somos muchos los que pensamos así. Siempre lo digo -también se lo he dicho a algún político local-, la mayoría de las cosas expresadas son reflejo de lo que se comenta en la calle. Lo que suele ocurrir, es que el político tradicional suele vivir en su burbuja, alejándose de la realidad de los ciudadanos.
Saludos y gracias por participar.
Pues sí Marcos, no queremos peces, queremos que nos dejen usar la caña que veníamos usando hasta ahora. No creo que haya pobres de primera y pobres de segunda, pero sí dos formas de sentirse pobre. Cuando faltan los recursos que aseguran la subsistencia, es evidente. Y la que se está convirtiendo en algo desgraciadamente habitual en este país: cuando sostienes mentalmente una caña en la mano y sabes que no te dejan un rinconcito por donde echar el hilo para sacar tu pez. En España hay mucha gente con caña, personas preparadas, jóvenes y adultos. Hombres y mujeres que han sido productivos para otros hasta hace poco, que han sacado adelante sus vidas y la de sus hijos, que se han preocupado de ser personas decentes, trabajadoras, honradas.
ResponderEliminarCuando le quitas la capacidad de ser productivo a una persona, la condenas al ostracismo. Condenas su estómago y su alma. La comida no es el único alimento que necesita el alma humana. El trabajo nos dignifica y nos convierte en seres libres, autónomos. Y cuando tenemos esto podemos ser solidarios, vivir en sociedad, formar parte de una comunidad que interactúa. La Constitución española recoge ese derecho.
No, no quiero caridad. Ni siquiera mis padres saben aún la situación en la que enos encontramos mi hija y yo, aún no he aprendido a “pedir”, ni a compartir los miedos con los más cercanos. Mi carta anterior era una reflexión obligada sobre una situación que aún me cuesta asumir. No sé si tomarlo como un fracaso personal o como algo coyuntural, una situación a la que he llegado y a la que están llegando muchos españoles a causa del mal hacer de la clase política que hemos venido engordando y que no duda en esquilmar los recursos del esfuerzo de varias generaciones, en ocasiones por la mala gestión fruto de la ineptitud y en otras, sencillamente, porque tenemos políticos delincuentes.
No sé a quién corresponde devolvernos el derecho a sentirnos dignos, pero sé que nadie está a salvo de ver como en cuestión de días le puede cambiar la vida como en una mala pesadilla. Nadie está a salvo de ello. Y recuerdo ahora un poema de Bertolt Brecht:
“Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó.
Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó.
Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.
Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó.
Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde.”
Y mientras tanto, seguiremos quedándonos perplejos con declaraciones como la de El presidente del Consejo General del Poder Judicial, Gonzalo Moliner, que se lamentaba hace unos días de tener que viajar en clase turista porque cree que esa no es "la mejor imagen" para quien preside el Poder Judicial y el Tribunal Supremo. A ver cuándo llega el día en que lo elegante sea ser coherente con las circunstancias que estamos viviendo muchos millones de familias, millones de ciudadanos que sólo espera que estos guardianes de la Justicia se encarguen de abrillantarla, de hacerla relucir, aunque sea frotándola y sacándole lustre con sus propios harapos.
(Gracias por dedicar tu post de esta semana a este tema)
C.V
Estimada y querida C.V:
EliminarLo primero que me gustaría decirte es que no debes sentirte fracasada. Ninguna víctima de esta bazofia que nos dirige debe sentirse culpable. Tenemos nuestra parte de culpa, es evidente. Este país debió, hace tiempo , haber ajustado cuentas con esta escoria. La casta política vive por y para llenarse sus bolsillos, por eso, nunca pararán.
Por tanto, lo único que se me ocurre decirte es que no te rindas, resiste y sobre todo no te humilles. Será la forma de hacerle frente a todo este estercolero.
Una vez más mis ánimos y mis mejores deseos.
P.D: Si aparece la luz en tu destino, por favor, dímelo. Será la forma de quitar algún nudo de mi poblado catálogo de miradas perdidas.
Prometido, Marcos. Ojalá pueda cumplir pronto esa promesa.
ResponderEliminarC.V
Así sea.
EliminarMarcos, este tema que planteas me interesa sobremanera. Hace ya un tiempo que decidí no practicar la caridad, tal como la entiende buena parte de la sociedad en la que vivimos y que tiene como faro y guía a una multinacional de la fe, que acumula riqueza para salvar a media humanidad. No a la caridad, pero sí a la solidaridad con los colectivos que trabajan por la justicia social, que es ahí donde les duele a los poderosos. No a la caridad, y si tiene que arder Troya, que lo haga.
ResponderEliminarEstimado Morón:
EliminarMe parece muy interesante lo que planteas. La solidaridad y la justicia social son dos aspectos esenciales en la cualidades del ser humano. Lástima que no la pongamos en uso en tantas ocasiones.
Gracias por participar y saludos.