La semana pasada hemos asistido a la celebración de una de las noches especiales de nuestro calendario. Un acontecimiento lleno de magia, duendes, brujas, miedos, terrores y muertos vivientes -aquí, no me refiero a los millones de españolitos que no tienen donde caerse muertos y que deambulan como los famosos caminantes de aquí para allá-. Con la tan nombrada globalización, esa noche ahora la conocen los tiernos infantes como Halloween. Para los más puretas, como el que subscribe, la noche es la de toda la vida, la noche de los difuntos.
Por el Pozo Nuevo, niños disfrazados corrían de tienda en tienda a la caza de caramelos; truco o trato. En unos establecimientos tuvieron más suerte que en otros. Algunos despachaban rápidamente a las pequeñas alimañas mientras otros, como la perfumería, seguía aromatizando a los viandantes y recompensaban a los fantamillas con los deseados dulces.
Para los adultos, la tenebrosa celebración tampoco ha pasado inadvertida. Para ello, nuestros -una vez más- instruidos, ilustrados, eméritos, cultos y doctos gobernantes locales nos prepararon una jornada de miedo, pánico, terror y cagarruta generalizada para los parias que habitamos esta villa. Nada mejor y más acojonante que un buen subidón en los impuestos a los currantes y a los carentes de trabajo. Eso si que pone la carne de gallina.
La jornada del miedo, se desarrolló entre algunas protestas ciudadanas en el pleno. Presidía el honorable acto, una pancarta que hacía referencia a la pérdida de identidad de las siglas del Pesoé, donde les recordaba a los presentes el abandono de la “ese” socialista y la “o” obrera. Quizá sea una de las causas por las cuales el electorado les ha dicho hasta aquí hemos llegado y les esté dando la espalda. A todo el putiferio de la propuesta de aumento de impuestos, le añadimos como los concejales del Pepé se abstienen en un acto de generosidad para no paralizar el Ayuntamiento -el cinismo no tiene límites-. Tendrán que perdonarme los sufridos lectores, llegados a este punto, no puedo evitar que las lágrimas afloren e inunden mis ojos amenazando con crear un cortocircuito en el teclado del ordenata.
Una vez aprobado el aumento de impuestos, se da uno cuenta la bazofia de sistema que nos tienen colocado. Nos han arruinado y en vez de buscar responsables, todo el desaguisado se soluciona con apretarnos los tornillos a los moroneros de a pie. Todo ello, aderezado con una ausencia total de garantías para que nadie pueda repetir tan lamentable gestión -esto por darle una denominación de los más suave-. Queda claro, que en adelante, somos cada vez más paisanos los que vemos el ayuntamiento con minúsculas, es decir, como la acepción sinónima de coito, de cópula, de fornicar, de follar, de coyunda, en definitiva de joder, porque la sensación que reflejan es que están para vivir del sillón y joder mucho, a los de siempre por supuesto.
Posiblemente, algunos políticos tradicionales del Pepesoe se muestren ofendidos cuando uno muestra este tipo de reflexiones. Pero debieran pensar que más ofendidos nos sentimos los moroneros con estas situaciones. No obstante, como dijo el cardenal De Retz “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Ahora podemos seguir jugando; truco o trato.
Sit tibi terra levis.
creo que la perfumeria del pozo nuevo te deberia pasar una comisión, por lo demás totalmente de acuerdo contigo, no tienen verguenza.
ResponderEliminarEstimado anónimo:
EliminarDebemos tener cuidado con nombrar la palabra comisión, más de algún miembro de la casta política podría acudir a la puerta de tan ilustre comercio y amargar la existencia de mis admiradas dependientas.
Saludos.