CUCHUFLETAS

Estos días, hemos asistido a un nuevo debate o a la intención de crear un nuevo debate. El Gallardón ha salido a la palestra con una nueva idea relacionada con el aborto. Supongo que la suelta de semejantes noticias no son en nada azarosas, más bien tiene pinta de un premeditado plan para desviar ciertas atenciones. Nuestro noble estercolero hace aguas y se hunde irremediablemente, nos vemos arriando la bandera y suplicando la estocada final para evitar sufrimientos mayores. Con un país, o lo que queda, intervenido “de facto”, con un tufo permanente a corralito y con un cabreo generalizado de los parias, mucho me temo que el plan es claramente crear polémica y desconectarnos un poco de la prima de riesgo.

Lo preocupante sería que lo dicho fuera en serio. Es decir, soltar alegremente que las malformaciones fetales no serán causa para abortar, parece un despropósito y cuanto menos temerario. Para defender ese supuesto hay que dar explicaciones y razones de peso. No se puede tirar la piedra y esconder la mano. No se trata del eterno y simplista enfrentamiento a favor o en contra del aborto. Supongo que algún ultraortodoxo de las mal llamadas asociaciones pro-vida -mejor sería llamarlas asociaciones pro-distanasia- dará saltos de alegría. Pero, miren debajo del tapete de las patologías por malformaciones fetales y verán todo un cúmulo de sufrimiento. Supongo que la mayoría de los mortales sólo piensan en la trisomía del par XXI o síndrome de Down. Nada más lejos, que diría el ministro sobre esas malformaciones en las que sobreviene la muerte en pocos días o esas otras en las que el abanico de complicaciones y sufrimientos son de lo más variopinto.

Por otro lado, me parece una falta de respeto descomunal y brutal hacia muchas mujeres. No es un tema de machismo, ni de género, ni otros gilipondios en los que se enfrascan los políticos tradicionales. Para el ministro, da la sensación que la mujer que decide interrumpir su embarazo por este motivo, lo hace, como la que devuelve un abrigo en el corte inglés. Sin corazón ni sentimientos. Vamos, que después del aborto, sale del hospital y se va de fiesta ibicenca.

Para rematar la faena, supongo que al coste emocional -al señor ministro et al, se la sudan- habrá que valorar el coste económico. Aquí, podemos poner la guinda. A lo mejor, el cenutrio en cuestión, no se ha enterado que su actual gobierno está aplicando numerosos recortes, incluidos los referentes a temas sanitarios, educativos y por supuesto a los dependientes. Imagino que algún asesor-pelotilla habrá comunicado un detallado informe al ministro en el que indique que estamos ante una dependencia total. Es decir, para él será muy humano dejarlo nacer, pero si después se tiene que morir de hambre o por falta de atención, eso ya no importa.

Se me ocurre otra posibilidad. Quizás, el señor ministro busque, como buen meapilas, un reconocimiento eclesiástico o incentivar a las compañías aéreas con un mayor flujo de mujeres volando a Londres. Incluso pueda pensar que alguno de ellos pueda llegar también a ministro de justicia. Desconozco sus motivaciones. Mejor sería, que el Gallardón se dedicara a cuidar su ministerio, esto es, proporcionar justicia. Donde los ciudadanos viéramos como los malos son castigados en vez de primar con 200.000 euros sus fechorías -ver caso Dívar-. Por tanto, señor ministro, con la que está cayendo y la que queda por caer, nos haría un favor que se dejara de tantas cuchufletas.

Sit tibi terra levis.