En
este mes de mayo, estamos de aniversario. Un año desde que comenzó
el movimiento de los indignados. A nivel local, un año desde las
elecciones municipales. Un año, en el que no ha pasado nada y un año
en el que ha pasado de todo. Un año donde el estercolero anda más
revuelto que nunca. Un año, donde los pobres son más pobres, donde
los ricos son más ricos, donde los ineptos son más ineptos, donde
lo corruptos son más corruptos y donde la mierda es más mierda.
Tengo que admitirlo, tengo la tentación de dejarme llevar por el
calentón del momento. Dejar que la sangre latina haga emerger todo
el arsenal de improperios habidos y por haber. Plantear la caída de
bombas de racimo como solución más lógica y más razonada. Pero
tras varias respiraciones profundas y varias horas empalagándome con
los libros de Jorge Bucay, he reflexionado y trataré de ver el lado
bueno de las cosas.
Como
decía, hace un año que los indignados están calentándoles las
bajeras a los políticos tradicionales. La reacción no se ha hecho
esperar. Se criminaliza al colectivo -que por otro lado tampoco es un
colectivo al uso-, se les prohibe el pataleo y se termina de aderezar
con algunas detenciones como si fueran miembros del grupo terrorista
septiembre negro. Migajas para lo que viene, una reforma legal para
que cualquiera que intente expresar su disconformidad contra la
chusma dirigente, se encuentre rápidamente entre barrotes. Leía, no
hace mucho, como se podría introducir en la reforma, como atentado a
la autoridad, cuando los manifestantes se agarren entre los brazos
-por cierto, ahora siempre me abstengo de mostrar pruebas de afecto
hacia mis hijos en público, más vale prevenir-. Es decir, el
mismísimo Mahatma Gandhi sería considerado, en este país, un
pseudoterrorista. O la Plaza de Tian'anmen hermanada con la Plaza del
Sol. El ciudadano chino, con dos bolsas en las manos, parando los
tanques. Aquí, algún indignado delante de las lecheras de la
policía -quizá más adelante también delante de un tanque-. O el
país donde se me puede enchironar por sentarme abrazado a mis hijos
en protesta a los recortes en educación, pero se permite que un cura
utilice su púlpito para hacer apología de la homofobia. No
obstante, lo he dicho, veamos el otro lado del tema. Acaso pueda
creer el sufrido lector, que el desalojo de los indignados se hace
para callar la boca al personal. No hombre, la cuestión está, en
una clara política de prevención. Qué es eso de la gente sentada
por los suelos, contaminándose y adquiriendo no se sabe cuantos
millones -que digo millones, trillones- de bacterias. Y encima
abrazados, con la cantidad de gérmenes que pululan por nuestras
manos y brazos, que asquerosidad. Menos mal que para eso están
nuestros admirados y desinteresados dirigentes.
A
nivel local, un año desde las últimas elecciones municipales. Aquí,
el cotarro también esta movido. Los partidos tradicionales están
llamando al orden a los del AMA. Lo fácil, sería pensar que no
quieren que el Mosqui y compañía den la lata con las cuentas. Para
nada, estas formaciones lo que intentan es evitar que una formación
tan joven tenga la tentación de salirse de las artes puramente
democráticas. Para ello, se ofrecen como espejo al cual deben
mirarse, es el nirvana democrático. Estos partidos pueden servir de
guía y presumir de ser incapaces de recurrir al juego sucio
presionando a otros políticos o incluso a sus familiares. Eso sólo
se ve en las películas. En definitiva, no
sabemos si habrá más aniversario, pero de momento, la vida es bella
y todo está de maravilla ¡y un carajo!
Sit tibi terra levis.
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